Es probable que hayas oído hablar de sistemas reactivos, una tendencia en la arquitectura de software de la que mucho se habla, pero de la que poco se entiende. A continuación, te contamos qué son y cómo pueden ayudar a las organizaciones modernas.
Su historia
Los tiempos cambian y la tecnología evoluciona. Hace apenas unos años, lo corriente era que las grandes aplicaciones necesitaran decenas de servidores, tardaran muchos segundos en dar una respuesta y requirieran de constante mantenimiento. Estas limitaciones, impuestas por sistemas de programación obsoletos, se convirtieron en obstáculos para empresas que crecían vertiginosamente y que necesitaban soluciones de software ágiles. Ante este problema, un grupo de ingenieros, liderados por Jonas Bonér, publicó en el 2013 un documento denominado Reactive Manifesto, en el que se sugiere darle un nuevo enfoque a la arquitectura de sistemas, con el fin de que los programas y aplicaciones informáticos sean más flexibles, independientes y escalables.
El cambio
Lo que entonces parecía ser una mera tendencia en el diseño de arquitectura de software, se está convirtiendo en un modelo estándar en el desarrollo de sistemas. Así se puede inferir de los resultados de una reciente encuesta a desarrolladores. Según el estudio, denominado Going Reactive 2016, el 80 por ciento de los encuestados cree que las empresas con mayor éxito van a adoptar los sistemas reactivos para el 2018. Esto significa que, dentro de la industria, existe la firme convicción de que el desarrollo exitoso de software empresarial está estrechamente vinculado con los principios del diseño reactivo. Pero, ¿en qué consisten los sistemas reactivos y cuáles son sus fundamentos?
La definición
De acuerdo con el manifiesto, los sistemas reactivos son una serie de principios de diseño, cuyo propósito es construir sistemas modernos, preparados para satisfacer las exigencias, cada vez mayores, de las aplicaciones actuales. Su flexibilidad y escalabilidad los hace más fáciles de desarrollar y modificar. También toleran mejor las fallas, y cuando estas ocurren, se corrigen automáticamente antes de que se desencadenen problemas mayores. Un sistema reactivo es en esencia:
-Responsivo: el sistema responde oportunamente al usuario. Detecta los problemas a tiempo y los resuelve efectivamente.
-Resiliente: el sistema permanece responsivo ante las fallas, conteniéndolas dentro de cada componente. Al aislar los componentes entre sí, previene que varios resulten afectados, evitando comprometer todo el sistema.
-Elástico: ante diferentes cargas de trabajo, el sistema permanece responsivo, lo que significa que su rendimiento aumenta o disminuye automáticamente para satisfacer la demanda variable, a medida que los recursos se agregan o eliminan proporcionalmente.
-Impulsado por mensajes: los sistemas reactivos se basan en la transmisión asíncrona de mensajes entre los distintos componentes, asegurando un bajo acoplamiento entre estos y una ubicación independiente.
Las ventajas
Para cualquier organización, contar con sistemas basados en una arquitectura reactiva representa grandes ventajas. En un mundo en el que tecnologías como la computación en la nube y el Internet de las cosas exigen una mayor capacidad de las aplicaciones actuales, asegurar un menor tiempo de respuesta a los usuarios finales significa ir un paso adelante de la competencia. Asimismo, un sistema eficiente consume menos recursos (tiempo, energía, memoria), es más amigable con el medio ambiente, y resulta más rentable para la empresa, al igual que asequible para los consumidores.
Con el tiempo, la mayoría de organizaciones terminará migrando a este tipo de sistemas, sin embargo, startups y empresas orientadas a ofrecer soluciones en la nube parecen ser las que más necesitan hoy en día de los sistemas reactivos. No adoptarlos implica atascarse en las limitaciones de lenguajes y arquitecturas obsoletos.
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Imagen: Kjpargeter – Freepik.com
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Last modified: febrero 3, 2022